Política y
cultura: dos campos adversarios para muchos políticos, para muchos artistas e
intelectuales. Los políticos suelen dar por supuesto que la sociedad tiene problemas
más apremiantes, sobre todo en tiempos de austeridad, de modo que prefieren
dejar que las demandas culturales de sectores tan pequeños, cuyas actividades interesan
a minorías y repercuten poco en los movimientos del electorado, se resuelvan en
la competencia entre grupos, tendencias y organismos privados.
La mayoría de
los artistas e intelectuales viven lo político como un territorio ajeno y
amenazante. Ven en los intentos de planificar la cultura conspiraciones contra
la espontaneidad creadora, les hacen pensar en seguida en Hitler, Stalin o en
el despotismo deslustrado de los dictadores latinoamericanos.
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